domingo, 3 de junio de 2007

MERCEDES MADRID:CUADRO DE LA SEMANA. PIERRE MIGNARD. EL REY CEFEO Y LA REINA CASIOPEA

Pierre Mignard: El rey Cefeo y la reina Casiopea agradecen a Perseo el haber salvado a su hija Andrómeda, 1679, óleo sobre tela, 189 x 247. París, Museo del Louvre

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El largo título de este cuadro describe prácticamente la escena en él representada puesto que permite identificar tanto a los cuatro personajes protagonistas como lo que están haciendo. Las demás figuras son fácilmente reconocibles: a la izquierda, dos mujeres y dos hombres manifiestan una mezcla de impotencia (gesto de los brazos en alto) y temor, por una parte, y, por otra, de admiración ante la hazaña del héroe; son parte de los etíopes que se han congregado para presenciar y lamentar el trágico fin de su princesa entregada a las fauces del monstruo marino. Detrás de Perseo está Pegaso, de cuyas riendas se hace cargo uno de los erotes, flotando ente las olas el cuerpo sin vida del monstruo marino y en el suelo la cabeza de Medusa con sus cabellos viperinos sobre unas algas que, al contacto con su mirada, se petrifican y enrojecen dando origen a los corales.

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Como se ve, Mignard sigue en esta escena al pie de la letra el relato que de este mito hace Ovidio en sus Metamorfosis(IV, 663-764), salvo en dos detalles: - la espada no es curvada como la harpe, de un acero especial y capaz de seccionar la cabeza de una gorgona, que, junto con las sandalias aladas, el casco de Hades y el zurrón, le dieron a Perseo las ninfas de occidente (tal vez esta especie de hoz hubiera quedado muy extraña junto a esa armadura a lo romano con la que el pintor viste a Perseo).- la presencia de Pegaso, una inexactitud que ya está presente en otros pintores anteriores (como por ej. Caballero de Arpino). Perseo nunca voló sobre este caballo, sino que fue Belerofontes el que, con la ayuda inestimable de Atenea, logró domar a Pegaso y a lomos de él vencer a la Quimera. No obstante esta confusión podría explicarse, primero, por la relación existente entre Perseo y Pegaso, ya que el primero hizo de partero del segundo, pues, como se sabe, Medusa estaba embarazada de Posidón y, al seccionar Perseo su cuello, por él nacieron sus dos hijos: Crisaor y Pegaso. En segundo lugar, a lo largo de la Edad Media los personajes de Belerofontes y Perseo, ambos llegados desde lo alto del cielo para vencer a un monstruo, se fundieron en uno solo y acabaron adoptando la imagen cristiana de San Jorge venciendo al dragón.Otra curiosidad, al respecto, es que Andrómeda era una princesa etíope, y, sin embargo, siempre aparece en la pintura occidental representada como una hermosa doncella de piel blanca o rosácea (en este caso, su rostro reproduce el de Catherine Mignard, la hija del pintor). Para los griegos los etíopes no era un pueblo real, sino un pueblo de los confines, tan mítico e imaginario como los hiperbóreos, que gozaba, entre otros privilegios, de la comensalidad con los dioses (terrible ironía, si se piensa en la dolorosa situación de la Etiopía actual) y entre sus rasgos físicos destacaban su gran belleza (para Odiseo el etíope Memnón era el hombre más bello que nunca había visto) y su estatura. Autores posteriores añadieron la oscuridad de su tez, aunque este rasgo rara vez observa en la iconografía grecolatina de Andrómeda. Se ha establecido como referente para la composición tripartita de este cuadro la que A. Carraci realizó en uno de los frescos de la Galería del palacio Farnesio de Roma (1603), en la que el centro y primer plano está ocupado por la figura de Andrómeda y en un segundo plano, a la izquierda, se representa a Perseo luchando con el monstruo y, a la derecha, a los etiopes lamentándose. Como se puede ver, Mignard reprodujo la postura de Andrómeda y la de la figura femenina que levanta los brazos.

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Sin embargo, el momento del relato elegido por Mignard es único en la representación de un mito de tan largo recorrido en la pintura occidental, ya que nunca se representó ni antes ni después de él. Los pintores de épocas anteriores habían optado o bien por la secuencia en la que el héroe se precipita sobre el monstruo mientras Andrómeda encadenada a las rocas lo contempla asustada (D’Arpino, Veronés, Tiziano, etc.), o bien por aquella en que Perseo desata a la princesa mientras la mira con embeleso (Vasari, Rubens, etc.); y esta elección parece lógica, puesto que son los dos momentos más dramáticos o emotivos del relato. Aquí, por el contrario, Perseo no sólo no desata a Andrómeda, sino que ni siquiera la está mirando, al contrario de ella, que sólo tiene ojos para él y no presta ninguna atención al erotes que la está librando de sus cadenas. No son, pues, ni el combate ni el amor lo que interesa al pintor y, aunque presentes, el énfasis no recae sobre ellos, sino en el agradecimiento de los reyes, especialmente del rey que se inclina para besar la mano del héroe, ocupando el primer plano. ¿A qué obedece la elección de este momento por Mignard? Una pregunta que lleva a interrogarse sobre el significado último de este cuadro a pesar de su título tan explícito. Según J.Thuillier, la pintura barroca utiliza tres modos de expresión: la realista, la alegórica y la “misteriosa”. De ellas ésta última es la más compleja, ya que consiste en pintar un tema más o menos simple (si bien introduciendo siempre algún detalle insólito que ponga sobre aviso al espectador atento), pero con la intención de evocar otro muy distinto, que sólo se comprende si se posee la clave que descifra el código empleado. Así, por ej. Hércules abatiendo a la Hidra responde a un episodio de sus Doce Trabajos, pero en la decoración que Vouet realizó en la galería del Hotel Séguier, por desgracia hoy desaparecida, Hilas, contradiciendo el mito, aparecía combatiendo ardorosamente junto al héroe, significando el triunfo de Luis XIII y Richelieu sobre los hugonotes. Pues bien, lo mismo ocurre en esta obra, de título tan largo, pero de significado tan poco evidente. El cuadro fue un encargo de Luis II de Borbón-Condé, príncipe de Condé, llamado el Gran Condé por las numerosas victorias que procuró a la corona de Francia en la guerra de los Treinta Años y posteriormente (entre otras, Rocroi, Nördlingen, Lens, Seneffe). Este interesante personaje, durante las revueltas de la Fronda contra la corona, tuvo una posición muy ambigua: primero defendió a la regente Ana de Austria, pero pronto, por sus diferencias con el Cardenal Mazarino, se unió a los rebeldes llegando incluso a encabezar la denominada Fronda de los príncipes cuando ya era rey Luis XIV. El Gran Condé quería un cuadro donde se olvidara sus diferencias con la corona y se evidenciara todo lo que Francia le debía y por eso Mignard elige esta secuencia del mito y pone el énfasis en el agradecimiento. Y así, visto desde esta óptica, el cuadro adquiere un nuevo significado: el Gran Condé (bajo el disfraz heroico de Perseo) trata de recordar sus victorias (simbolizadas en la cabeza de Medusa) y obtener el agradecimiento de Luis XIV (encarnado por el rey Cefeo) por haber liberado a Francia (transfigurada en la imagen desvalida de Andrómeda) de sus enemigos, tanto españoles como protestantes, (representados por el monstruo muerto a sus pies).

Comentarios.-

# Mª José Hernández Espinosa Dice:
Junio 5th, 2007 @ 20:52 e

Bueno, Perseo nunca voló sobre Pegaso, pero a él como a mí le hubiera parecido maravilloso: volar sobre pegaso arrullada por la lira de Orfeo. Besos.
# Mercedes Dice:
Junio 6th, 2007 @ 12:49 e

Como bien sabes, Mª José, .uno de los sueños más queridos de los griegos (y me atrevería a decir de la Humanidad durante mucho tiempo) era poder volar. A los griegos les parecía tan maravilloso como a ti, pero tan alejado de la condición humana que lo consideraban casi un acto de hybris (el final de Ícaro y Belerofontes da pie para pensarlo). Por eso Perseo, un buen chico, devolvió las sandalias aladas. Siempre que veo a alguien volando en Ala delta o Parapente, lo pienso y me congratulo de vivir en esta época que ha hecho posible éste y otros mucho sueños de tanta gente que nos ha precedido. Esperemos que haya sensatez sufiente para que no cobren carta de realidad también las pesadillas
# Virginia Dice:
Junio 20th, 2007 @ 10:13 e

Hola Mercedes, aunque voy retrasada por las mil cosas que surgen ahora al final de curso,sigo con mucho entusiamo tus comentarios de arte. Con tu permiso me los estoy guardando.
No entiendo muy bien la diferencia entre la interpretación alegórica y la misteriosa de J.Thuillier.
Aplicado este criterio en el cuadro de arriba, no veo ese detalle que contraviene el relato mitológico, que daría pie a esa nueva interpretación. Si es la elección misma de la escena, el momento del agradecimiento, lo veo un poco forzado. ¿querría decir, que dentro de la tradición pictórica de tema mitológico, las escenas están estereotipadas y no cabe la innovación ni siquiera en la elección del momento?
Yo diría que no, el cuadro mismo de Boucher El baño de Diana sería un ejemplo.
Bueno, no sé.

Besos y feliz verano

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