Leo en el País un artículo sobre los civiles que no salen en televisión acerca de la actual situación de la población civil en Costa de Marfil, donde si no te mueres de hambre al menos se te permite el lujo de morir por el impacto de una bala o proyectil de última generación. A los pocos que se libran les espera una esperanza de vida de unos 49 años. Yo ya habría muerto y muchos de los que ahora me estáis leyendo también.
En este artículo Ramón Lobo nos cuenta que
Occidente interviene pero no modifica nada, solo el decorado, su decorado. Deja las injusticias, las desigualdades, el odio, el hambre y la pobreza. No busca motores que ayuden a arrancar un verdadero cambio, aunque sea a largo plazo y no rente en las elecciones.
Esta Costa de Marfil, Costa de Muerte, tierra de cacao y café, antigua colonia francesa, donde sus empresas siguen manteniendo fuertes intereses económicos, nos queda muy lejos.
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